lunes, 1 de abril de 2013

La Bisectriz Miniti! La bisectriz!



Cuando uno es niño, cuando uno es fanático de un deporte o cuando uno admira mucho a alguien, las cosas no son lo que en realidad son, sino que son lo que la corta vida, el fanatismo y la persona admirada le dicen a uno que son.

Tal vez lo estudié en la escuela. La seño Norma Muñoz tal vez lo enseñó en 3ro. Pero no lo recuerdo.
Para mí, la bisectriz, no es “la recta que divide una ángulo en dos partes iguales”. Al día de hoy, cuando escucho o pienso en “La Bisectriz” a mi mente viene otra cosa.

Es que hasta recuerdo el dibujo rudimentario en el libro de texto que hablaba sobre La Bisectriz. No era un libro de geometría o de física. Era un modesto Manual de Futbol. Específicamente, en el apartado para “Arqueros” se leía: “Cuando el ataque se produzca desde uno de los laterales, el arquero deberá posicionarse en la bisectriz del ángulo que se forma entre la posición de la pelota y los postes del arco”.

En sus manos, a veces temblorosas, sostenía el libro y me decía mientras apuntaba el gráfico: “ves Miniti, ahí te tenés que parar. En la bisectriz. Ahí, en el medio. En la bisectriz”.

Después, cuando yo estaba en el arco en medio de un partido, desde lejos o tal vez en mi imaginación, escuchaba su voz: “la bisectriz Miniti! La bisectriz!”. Entonces, qué otra cosa puede ser para mí la bisectriz, más que la posición que tiene que tomar el arquero?

Visto a la distancia, el tiempo que pasé con Carlos Godoy o, como le decíamos todos “Don Godoy” fue muy corto, menos de 4 o 5 años. Pero fueron años muy importantes. Años de formación plena y mente abierta. Años donde las frases, historias, recuerdos y sensaciones se quedan grabadas para toda la Vida.

Todo empezó cuando un día fuimos con Andres Contreras, un vecino del Barrio Ujemvi, a probarnos en el equipo del barrio. Los dos queríamos ser arqueros. Él para la 74 y yo para la 76.

La prueba no fue muy buena. La cancha no era una cancha, sino que era al costado de la principal, en un lugar con ripio finito. Nos golearon a ambos. Tuve certeza de cómo había sido mi prueba cuando al próximo fin de semana, mi primer partido, me dieron la camiseta 16: No sería arquero y, además, sería suplente.

Fui suplente varias veces. Y, cuando me tocaba entrar, estaba muy nervioso. Yo no sabía jugar. Yo era arquero. Me ponían de delantero. Cada vez que me llegaba la pelota, era un manojo de nervios.
Una vez, en Juventud Unida, un club de la sexta, hice un gol. Mi mamá me había llevado.

Pero ser delantero no era lo mío y, más temprano que tarde, dejé de ir.

Un sábado a mediados de otoño, aún con el clima templado típico de Mendoza, jugaba un partidito en la calle frente a mi casa. Frenamos el juego porque pasaban dos autos. Un Peugeot Blanco y un Fairland azul. Los autos rebalsaban de niños.
El Peugeot, que iba segundo, se frena y pone marcha atrás. Se detiene a mi lado y me dice: “Miniti, vení a jugar. Te necesito.” Era Don Godoy, en otro de sus maratónicos fines de semana con niños postizos.
Yo dudé, al menos parece que mi cara no fue la más feliz. Entonces, Don Godoy, dijo las palabras mágicas:

“Miniti, te necesito de arquero.”

En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en mi habitación manoteando los guantes y diciéndole a mi vieja (que en ese momento tendría 35 años!) –Maaaaaaaa!, me voy a jugar con los de UJEMVI.
– A qué hora volvés? Me preguntó.
Corriendo hacia el Peugeot blanco y antes de subir le dije a Don Godoy que mi mamá quería saber a qué hora volveríamos. Con su boina gris topo, mirándo por arriba de sus lentes de molde y con su característico ojo cerrado y labios algo caídos me dijo: Decile… decile… a las y pico menos cuarto!

- Maaaa! Volvemos a las 8 y cuarto. Chauuuuuuu! Y salí del paso.

Yo tenía 9 o 10 años. Jugamos contra Atlético Argentino “el boli” según su apodo por la cantidad de bolivianos que viven en las inmediaciones de ese club de Guaymallén.
Perdimos 4 a 3, pero fue una tarde soñada. Tanto, que sirvió como para nunca más dejar el arco y nunca más ser suplente en mi vida futbolística. Recuerdo los gritos de los papás en la “tribuna” Bien Arquerito! Bien Miniti!, VAMOS UJEMVI!.

Fui arquero durante 3 o 4 años. Fuimos campeones muchas veces. Atajé muchos penales y viajamos por toda la provincia. Deportivo Maipú, Cicles Club Lavalle, Gutiérrez Sport Club, Tiro Club de Tunuyán, Atlético Palmira, EFI (Escuela de Fútbol Infantil), Cementista, Andes Talleres, Juventud Unida, Jorge Newbery. Casi no quedó rincón de Mendoza que no visitáramos con UJEMVI. Don Godoy y un pequeño grupo de padres nos llevaban para arriba y para abajo. En sus autos, en micros alquilados. A veces en moto. Ellos, los padres, siempre poniendo tiempo y plata para que los chicos jugáramos fútbol.

Del Peugeot Blanco, pasó a uno Rojo. Un poco más moderno. Era un 504.
Como siempre, iba sobrecargado, llevando tantos jugadores como fuera posible. A veces, más de un equipo, incluyendo niños en el baúl.

Con Don Godoy, aprendí el “secreto” de ahorrar combustible andando en punto muerto en una bajada. Estábamos a fines de los años 80. La inflación y la situación del país apremiaban. Bajar en “Contacto” permitía ahorrar unos pesitos.

Ir en el Peugeot 504 rojo, con otros 6 o 7 muchachones era toda una aventura.
Don Godoy, siempre de lentes negros para disimular su deficiencia visual, nos preguntaba antes de llegar a la esquina: Chicos, está en verde? La respuesta era siempre la misma! Siga Don Godoy!, Siga que está en verde! Nunca nos pasó nada. Debe haber sido un milagro. O varios milagros.

Pero no solo eran los partidos. Entrenábamos 2 veces por semana y ahí estaba Don Godoy.
Conseguía siempre algún profe de educación física para que nos diera una mano con la pretemporada.
Si alguno tenía un problema, ahí estaba para dar una mano. Como era visitador médico, nunca faltaban los remedios para los jugadores o para los familiares de los jugadores.

Era, además, quien nos llevaba a la revisación médica en la Liga Mendocina de Futbol, o al Tribunal de Faltas para pagar, de su bolsillo, la multa por  una que otra Amarilla o Roja que el Tolo Funes había recibido durante el fin de semana. Era la época dónde uno no tenía solo un par de padres. Había otros padres, padres postizos, que nos criaban. Los padres de sangre nos confiaban a ellos y estos, como Don Godoy, honraban esa confianza.

Una vez, jugando para la 74, me fisuré el brazo. No pude jugar mi partido con la 76. Don Godoy me llevó, preocupado, a mi casa. Me dejó en la puerta. Entré llorando y, con mi papá, salimos directo para el hospital. Me pusieron un yeso hasta arriba del codo. Estuve parado como 60 días.

Pero claro, un día en casa, me dice mi mamá que alguien vino a visitarme: Era Don Godoy.
Entró hasta mi habitación. Yo estaba acostado. Se quedó en la puerta y desde ahí me habló. Quería saber cómo estaba, si había podido ir al colegio y si necesitaba algo de remedios para los dolores. Estaba ahí, paradito en la puerta de la habitación. Sin soltar su maletín, con la boina y con los lentes oscuros puestos, me hablaba y miraba con el cariño de un padre.

Un día, en el barrio Cementista, Don Godoy estaba con un grupo de padres. Me acerqué a ellos calladito. Él no me había visto y uno de los padres, a propósito, le preguntó: Don Godoy, cuál es el mejor arquero que Ud. Ha tenido?

El mejor de todos, lejos, Miniti, contestó.

Nunca le perdonaba que luego de años de juagar en sus equipos, no supiera aún pronunciar mi apellido. Pero ese día, eso quedó en un segundo plano. Sentí un orgullo fenomenal. Tenía entonces, 11 o 12 años.

Sin embargo, no olvido jamás, ya al final de mi carrera en el Fútbol Infantil, se juega hasta los 12 años, que poniéndose serio y luego de hablar de otros chicos que jugaban conmigo y eran fantásticos futbolistas dijo unas palabras que me tomó mucho tiempo poder entender. Con crudeza pero sin lastimar. Con cariño pero con firmeza, comentó: El futbol no es para alguien como vos. Al menos no en Mendoza. Vos tenés que seguir estudiando. Esta es una carrera muy corta y es para otros. Otros, que tengan menos posibilidades de las que tenés vos.

Al mejor arquero que jamás había visto en su carrera, le decía que se dedicara a otra cosa.

Pasaron 25 años. Y en ese tiempo entendí a Don Godoy. No me dediqué al futbol, estudié y me desarrollé en el ámbito profesional. Pero en el camino me di cuenta, tarde pero al fin, lo generoso e importante que fueron todos los “Don Godoy” que tuvo mi vida.

Hoy, siendo un adulto promedio, pongo en valor el tiempo, el dinero y el esfuerzo que Don Godoy invirtió en mí y en cientos de otros niños a lo largo de su vida. No era su obligación. No le pagaban para hacerlo. Dejaba de lado a su familia, su trabajo y, tal vez, otros intereses, para estar con nosotros.

Me había cruzado a Fernando, su hijo, varias veces en el centro mendocino. Siempre le mandaba saludos con él y siempre le decía que algún día le llamaría. Tenía un viejo celular agendado en mis contactos.

Con una fuerza que no sé explicar, la semana pasada, fines de marzo de 2013, me decidí a llamarle. Era tarde. Lo quería invitar a comer. El teléfono sonó y sonó. Sin respuesta.

Llamé a Fernando. Hablamos unos cuantos minutos. Al cortar con él, le escribí a Leticia, mi esposa, el siguiente mensaje de texto:

“Fue muy triste. Don Godoy murió en Noviembre, de un ataque al corazón, cuando manejaba para dar clases en la Escuela de Técnicos. Tenía 78 años. Siga Don Godoy!!! Está en Verde!!”


Ariel Menniti
1 de Abril de 2013.
Homenaje a Don Godoy y todos esos hombres y mujeres que día a día donan su tiempo, su esfuerzo y su dinero para que niños y niñas puedan crecer y divertirse sanamente, formando hombres y mujeres de bien.

jueves, 28 de marzo de 2013

de nombres y de historias

en octubre de 2010, viajaba en auto a mi oficina y escuché, en un program de radio, un comentario que hacían sobre una nota de un diario español:


Un pueblo con firma propia 


ahí, contaban la historia de un pueblo de españa donde la mayoría de sus habitantes tienen nombres raros.
inmediatamente, llegué a mi oficina y escribí lo siguiente, que fue leído en el programa de radio por Marcelo Sizo:

Marcelo,

Manejando al trabajo escuché tu comentario sobre el “Pueblo con Firma Propia”
No pude dejar de hacer un paralelo con mi familia que, a su llegada a la argentina, tuvo “Firma Propia”

Mi bisabuelo, que se llamaba Saverio llegó a la argentina a inicios del Siglo XX.
Sastre de profesión y autodidacta por vocación bautizó junto a  Catalina, mi bisabuela, sus 7 hijos con nombres dignos de “Huerta del Rey”

Adonay Mefistófeles Mesías, Hirán Nerón Hamlet (mi abuelo), Orisides Spenser, Universal Plotina, Dios, Enea y Beatriz (cada niño tenía o tiene 3 nombres, estos son los que recuerdo o pude recuperar).

En la Mendoza de los años 40 y 50 no era fácil llamarse así, por lo que algunos de ellos cambiaron sus nombres a otros más comunes como Jorge, Ricardo o Alberto.

Estos hermanos se hicieron notar, no solo por sus nombres si no por su participación en la sociedad (Militares, Profesores Universitarios, empresarios de la música y electrónica, Luthiers entre otras actividades además de férreos defensores de la protección de los animales. )

Cuando niño me parecía loco y hasta raro los nombres que mis tíos abuelos y abuelo tenían. Hoy con algunos años más de experiencia creo que hubiera sido interesante mantener esa tradición.

Esta generación de nombres notables no fue muy prolífica, solo 2 se casaron y tuvieron 6 descendientes. Los Hiram, los Adonay y las Universales dejaron lugar a los Jorges, Ernestos y Ricardos junto a las Normas, Silvias y Beatrices.

De allí llega mi generación donde Diego Martín, Jorge Ariel (yo, porque mi abuelo se hizo llamar Jorge y así se llama mi padre), Andrés Pablo, Andrea Viviana, Javier Ernesto, Cintia Beatriz y Pamela Soledad se mezclan en el común del firmamento de nombres nacionales y contemporáneos.

Gracias por traer este tema hoy a mi día. Tal vez retome esta tradición a la hora de nombrar a mis descendientes.


Saludos.

Mi viejo, lo distribuyó entre todos los parientes y....sorpresa, el malestar no demoró en llegar. 
recibí un reto directo de uno de los involucrados. me dijo que ellos habían sufrido mucho por los nombres que tenían y que habían sido la burla de mucha gente. 
me pideron que recuperara el email que había enviado a la radio y que jamás volviera a tocar este tema.

Hoy, 3 años más tarde, me acordé de esto y lo recuperé para este blog.
Por suerte, nadie lo lea, así que será solo para mi consulta y archivo.




jueves, 17 de enero de 2013

Mi colaboración en lanacion.com.ar en 2012.

Al filo de la navaja.
así se llamó la colaboración que escribí para el blog de Daniel Merle en La Nación:

AL FILO DE LA NAVAJA. lanacion.com.ar, 18 de Mayo de 2012.

Luego, a los pocos días, Daniel incluyó una segunda entrada que llamó:

CARTA DESDE EL NEW YORK PHOTO FESTIVAL. www.lanacion.com.ar 23 de Mayo de 2012.

comparto aquí  con Uds., y con mucho orgullo, el texto original de ambas entradas:


Hola Daniel,


Estuve ayer en el New York Photo Festival 2012.
No fui a la jornada inaugural, pero accedí a la charla de ayer “En el filo de la navaja: Contenido y forma en la fotografía documental”
En este panal había una interesante mezcla de consagrados fotógrafos internacionales:

De izquierda a derecha en la foto que te mando en otro email (sorry por la calidad, la saqué con el teléfono)

Eugene Richards
Raza
Platon
Lori Grinker
Bruce Davison
Glenn Rugs (Moderador)

Todos con vasta experiencia en fotografía documental, cada uno compartiendo sus vivencias y sus enfoques.

Me llamó mucho la atención el argumento generalizado respecto del involucramiento emocional y físico que sienten al realizar sus trabajos.
Hablaban de “poner el cuerpo” y sentir cuán demandante la actividad puede llegar a ser.

Platon, además de sus celebres trabajos retratando a celebridades y líderes mundiales, contaba que una vez, haciendo un trabajo en una aldea de refugiados en medio oriente donde fotografiaba a todos sus habitantes, de tanto en tanto, tenía que hacer un break e ir al baño para enjuagarse las lágrimas para poder seguir con la tarea.

Lori Grinker, en el mismo sentido, comentó que luego de estar casi 15 años cubriendo conflictos armados, guerras y desastres naturales sintió que ya no tenía más energía para hacer eso y necesitaba reencontrarse con ella misma, por eso comenzó un proyecto de fotografía de naturaleza y paisajes.

Fotografos, los Story Tellers de esta época.

Al inicio del seminario Lori Grinker abría el juego con una afirmación que es fundamental en mi modo de ver la fotografía: “mi objetivo con la fotografía es mostrarle a la gente algo que está ahí, pero que ellos no ven. Tal vez por la cotidianeidad, tal vez por los intereses, pero no lo ven. Yo trato de rescatarlo y recortarlo para ellos”

Sobre esta afirmación de Lori, siguió el seminario y la idea de ser los “trovadores del siglo 21”: Contar la historia, ser los mensajeros, llevar la voz de algunos temas oscuros al mundo. Estas fueron ideas que todos coincidieron. Reza decía “siento que los Documentaristas somos como historiadores, Story Tellers, y eso es algo muy bueno” al tiempo que se refería a los fotógrafos como artistas visuales que ponen en juego todas sus herramientas y conocimientos de arte, diseño, estética, arquitectura, etc al servicio del mensaje y con el fin de lograr un mundo mejor.

Reza definió sus fotografías así: “mis fotos son simples, como un cuento para niños. No me gusta agregar complejidad ni componentes disruptivos en mis encuadres, no inclino mis fotogramas, etc. Mis encuadres son directos, como la vida misma”

Fotografiando después del 11 de Setiembre

La pregunta fue directa al más experimentado, Bruce Davison: cómo cambió el modo de hacer fotografías en la calle después del 11 de setiembre y con toda la paranoia actual de la privacidad. Bruce, un hombre de mil historias, reconoció que hoy es más difícil y la gente está más a la defensiva, pero recordó que hace unos 20 años, trabajando en un proyecto en Harlem, iba con sus cámaras de gran formato enfocándose en una sola cuadra de ese barrio del norte de New York. Al inicio, algunos le preguntaban “qué está haciendo” a lo que él con frescura respondía “estoy fotografiando el Gheto”…. Lo que Ud. Llama Gheto, es lo que nosotros llamamos hogar, le respondió una mujer.

Desde entonces, dijo, siempre se mostró con sus cámaras, visitando el lugar cientos de veces en un período de casi 2 años (siempre en la misma cuadra) para finalmente ser aceptado y pasar a formar parte del paisaje. Ya no era más “qué hace Ud. Aquí?, sino ey! Ahí está Bruce de nuevo por acá!”

Raza globalizó la visión diciendo que la reacción negativa de occidente a ser fotografiados no se repite en algunos lugares de Medio Oriente o África. Allí, mucha gente que ha sido oprimida o perseguida posan ante los fotógrafos esperando que éstos puedan llevar su voz al mundo y contar lo que a ellos les pasa.

El poder de la Cámara

Todos los que hemos portado una cámara alguna vez sabemos que, en cierta forma, da poder. (aunque a veces lo quita también!) Los fotógrafos acceden a espacios que están vedados al público en general, abre puertas (en inauguraciones o lanzamientos de marcas), etc.

Platon, es uno de los más renombrados fotógrafos de celebridades y líderes mundiales. Su experiencia retratando a los más destacados líderes mundiales (http://www.newyorker.com/online/multimedia/2009/12/07/091207_audioslideshow_platon)  fue presentada como eso, un juego de poder.
“Los líderes mundiales son, ante todo, especialistas en el manejo del poder. Cuando están frente a vos, no pueden dejar de jugar ese juego y te lo hacen saber, es una cuestión de fuerzas y es algo que pesa mucho. Es ahí donde tengo que pensar un instante y volver a lo más básico y fundamental: Dos personas de carne y hueso, dos seres humanos que están en una misma habitación y eso es lo único que importa. Ahí es cuando yo tomo el poder y los bajo a mi campo”


Mensaje, Inspiración, Poner el Cuerpo, fuerzas y poder, Voceros de los oprimidos. Todo esto?
De qué hablamos cuando hablamos de fotografía?

Hoy intento ir a las charlas de esta tarde.
Espero que esto te sirva de alguna manera.

Abrazo desde New York.

Ariel
Ps. Si tenés preguntas o ideas orientativas para que yo vaya más atento a temas específicos, please avísame.
Ps. No soy escritor, agradezco tus consejos y sugerencias, al igual que las correcciones que necesites hacer.
Ps. Esto es algo que me gusta hacer. Si te sirve podemos seguir haciéndolo en cualquier de mis destinos internacionales.


lunes, 28 de mayo de 2012

Ojos que no ven....


Sus ojos no veían. Al menos eso era lo que ella decía.
Desde que yo recuerdo, ella ya no veía. Para mí siempre fue igual, ella veía poquito.
Estaba siempre sentadita. Con vestido de una sola pieza. Al menos no tengo otro recuerdo que esos vestidos de una sola pieza, largos y anchos, como una sotana, pero más cortita. Tal vez, justo debajo de la rodilla. Pero no estoy del todo seguro. 
Tenía de los que llevan botones al frente y otros de esos que apenas tienen un cierre cortito en la parte alta de la espalda, con un botón y ojal tejido. Todos dejaban ver sus piernas, delgadas. Tan delgadas lisas y sin manchas que mi mamá se las envidiaba.

Mis recuerdos se basan también en una que otra foto. Una en la galería, mitad al sol, mitad a la sombra, con Belén o Martín en brazos. Otra, en la puerta de la casa de San Juan, donde Martín la rodea en un lejano abrazo. 

En mi recuerdo, sus vestidos eran siempre de tonos más bien oscuros. Tal vez con flores blancas o amarillas. También recuerdo alguno de base verde y florecitas chiquitas.
Ella estaba siempre sentadita. Creo que tenía un bastón. Pero no tengo certeza.

Siempre recuerdo su pelo. Siempre blanco y siempre recogido. Pero también recuerdo que cuando la peinaban, la peinaban porque ella no veía, y tenía el pelo suelto justo después de bañarse, me llamaba mucho la atención los mechones rubios, muy rubios. Tenía varios mechones rubios en su cabellera totalmente blanca.

Había cocinado mucho, durante muchos años. Pero para cuando yo la conocí ya no cocinaba. Martín hacía todo por ella. Ella solo se quedaba sentidita y decía que no veía.
Ella decía que no veía y debía ser verdad, porque al mirarla fijo a sus ojos, se notaba que no enfocaba. Sus ojos eran celestes muy claros. Lavados. Y miraban a la distancia. Aún si estabas a pocos centímetros de su cara. Sus ojos, creo, tenían un pequeño tic nervioso. Recuerdo que era como que titilaban. Titilaban pero no miraban. Especialmente el ojo izquierdo. Su ojo izquierdo.

Y como no veía, se preocupaba por todo. Por Martín, por Perico, por sus hijos y por sus nietos.
Un día me quedé a dormir ahí. Ella se preocupaba de que yo saliera a jugar en la calle. Y no quería que saliera. Lloraba, porque decía que me iba a caer en la acequia. Que no saliera con mi primo, que él era grande y yo era chico. Que por favor, que mis papás le habían encargado  cuidarme. Y que ella no veía.

Ese día. Ese día que ella no quería que yo saliera le dije. La amenacé. Le dije que nunca más iría a visitarla. Ella lloró. Lloró toda la tarde, por lo que yo le había dicho. Yo me hice el ofendido.
Carlos llegó esa noche y la vio llorando. Sentadita en su cocina. Sin ver. Llorando.

Él, Carlos, vino despacito a mi habitación. Que estaba medio oscura y sin mediar palabra me dijo: “hacés llorar de nuevo a mi mamá y te cago a trompadas”. Tal vez no dijo “te cago a trompadas” pero sonó muy parecido a eso. Creo  fue la primera vez que tuve miedo en serio  y por algo que yo mismo había provocado.

Claro que Carlos nunca me cagó a trompadas, pero la lección la aprendí clarita clarita, como los ojitos que no veían.
Un día pensé que veía, porque después de darle un beso me preguntó si yo tenía bigotes. Ah.. entonces sí ves le dije. No, es que me pinchaste al besarme. Me respondió, mientras sus ojos me miraban pero no me veían.

Ella estaba todo el día sentadita. En su oscuridad o su brillo, no lo sé. No podía cocinar. Ya no cocinaba.

Pero había algo qué sí hacía. Religiosamente, un puñado de veces al año. Todos teníamos ese privilegio. Era una vez al año, para cada uno. Mi privilegio era el 10 de abril.
Ese día, en mi caso el 10 de Abril, o quizá el 9, o el 8, tal vez mirando para adentro y repasando la receta de memoria, ella hacía un regalo de cumpleaños. Era chiquito. Tal vez del tamaño de un jarrito de leche, pero con forma cónica. Era un budín de pan. Bueno, ella decía que era un budín de Pan. yo digo ahora, que para mí ESO era un budín de pan. y digo también, que nunca jamás otro budín de pan se acercó a ese. 

Es que la categoría “Budín de Pan” como la de “Ñoquis” ya están tomadas.

Era, como dije, más bien pequeño, casi un postre individual. Sólido y con una textura inconfundible. Tenía el tostado del caramelo y los poros de un color marrón en degradé muy llamativo. Y el perfume… esa azúcar quemada en la medida justa… junto con el pan y la leche… qué rico.

Un día se acercaba mi 10 de abril. Cumpliría 14 años. Pero yo sabía que tal vez mi budín no llegaría.
Es que hacía varios días que ella no estaba bien. 

Tal vez podría recibirlo en mayo, junto con el que recibiría el beneficiario de ese mes. El 13 de abril fui a cuidarla a la sociedad española. Era la noche. Yo tenía puesta una camisa blanca con rayas rojas verticales, un chaleco de traje, negro, que había sido de mi abuelo y una gorrita muy ridícula. Estaba disfrazado.

Ya había pasado la media noche. Eran, tal vez, las 4 o las 5 de la mañana, un señor salió y me preguntó si yo era  familiar “de la señora con los ojos que no ven nada, excepto  budines de pan”. Si, es mi abuela, le contesté.  Me miró con lástima. Yo era un chico y me lo dijo: Pibe, ya no habrá más Budines de Pan en tu vida, lo lamento mucho, agregó, porque la verdad se comenta que eran muy ricos. Era el 14 de Abril de 1990.

                                          El budín de pan que no fue.

Ayer, casi 22 años más tarde, vi un Budín de Pan. Tenía potencial… era parecido en color y textura.
Estaba muy adornado, cortado en porción, tamaño y estilo gourmet. Me acordé de sus ojos. Le di una chance. Lo probé. Rodeado de cientos de personas, me transporté más de 20 años en mi vida. Las lágrimas, incontenibles y contradictorias dieron su veredicto: El tipo de la Sociedad Española, con su barba negra y su fría proximidad tenía razón. Ya no habría más Budines de Pan en mi Vida.

Prince Edward Island, Canadá.  28 de Mayo de 2012.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Gone. For ever

Una noche, en los años noventas, yo tenía una novia.
no recuerdo cuál de todas era y por más que me esfuerzo, no logro ordenar los recuerdos para hacerlo.
yo tendría unos 15 años y era un sábado por la noche.
por alguna razón, dejaba a mi novia en su casa, o en la casa de alguien y me tomaba un taxi para ir ma mi casa en el ujemvi.
Serían como las 2 de la mañana. tal vez, un poco menos.

Paré el taxi y me subí.
el chofer, que a esa edad me parecía un señor mayor, es decir, puede haber tenido 26 años, se puso a hablarme.
Cuando le dije que me llevara al barrio Ujemvi, me preguntó si iba a una fiesta ahí.
- No, voy a mi casa, contesté.
- y tenés novia?
- Si, vengo de la casa de ella. ya me voy a dormir.
- No, no no, se quejó. te tenés que ir a bailar!
- Qué? le pregunté..
- No te dás cuenta? Es sábado a la noche, es hoy, y no va a volver nunca más...

me tomó casi 20 años comprender en carne propia lo que me quería decir.
aún así, tuve cientos de sábados por la noche o lunes o jueves, como hoy, que no volverán nunca más.

estaré haciendo bien?

mi historia me dice que no, pero aquí estamos.

Toronto, setiembre de 2010

jueves, 13 de mayo de 2010

creatividad...

Foto: Aereal, Mayo 2010



Cuando la energía es positiva
Cuando la confianza está en alza
Cuando las sombras se dejan atrás
Cuando salta la diferencia
Cuando se cambian los cristales
Cuando el brillo se acompaña y comparte
Cuando se vence la neurosis
Cuando Maslow tiene razón
Cuando las ideas se crean y se creen
Cuando las cosas se ven distintas
Se prenden las lamparitas
y, a veces, muchas al mismo tiempo

Últimamente es así, muchas al mismo tiempo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Confesiones de ida y vuelta

Mercado Dorrego, Bueno Aires, Argentina




- Hola! me lees la mente. Estuve pensando en vos.

- Si, yo también.

- cómo estás?

- Bien, pero te quería decir una cosa

- Decime...

- No me hace falta tener sexo con vos para amarte como te amo.

- Que lindo!!!!!!!

- Aunque sabés que te comería a besos.

- Si, lo sé. Yo también te amo. Nadie me cree que somos amigos. Me encanta que seas así.

- Te quiero desde siempre y desde la vidriera te tiro un beso. Cuidate.

- Gracias, siempre, gracias.